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Stephin Merritt es uno de los más grandes compositores de canciones pop de las últimas décadas. Este es un axioma que hay que tener en cuenta antes de enfrentarse a un nuevo disco de The Magnetic Fields. Y así como un disco puede leerse como un acto creativo único y juzgarse como tal, también puede hacerse la contra y valorarlo dentro del conjunto de la obra.
¡Claro que todo lo anterior suena a disculpa y a poner la venda antes que la herida!, pero es que queremos demasiado a Merritt para ponerlo en la picota sin más, sin desplegar a su favor todas las circunstancias atenuantes. ¡Y vaya si las hay! Una capacidad asombrosa de generar esplendidas melodías pop, de esa que no necesitan adjetivos ni etiquetas. Da igual si se zambulle en el country, el techno-pop de cacharrería, el cabaret, el noise… siempre latiendo por encima y por debajo de lo accesorio está su hálito pop, deudor de ABBA y Bacharach. Canciones burbujeantes, emocionantes, frescas… de las que alegran o duelen pero que cortan la respiración. De eso y más es capaz el angelino. Y merece respeto.
Porque Love at the Bottom of the Sea (2012) es otro paso errático más en una discografía que no nos está dando lo que debiera. Desde 69 Love Songs (1999), que es un triple disco esplendido por su ambición desmedida y por un puñado de temas majestuosos pero que ya anunciaba lo anecdóticos que pueden sonar Magnetic Fields, Stephin Merritt no encuentra su mejor veta.
Love at the Bottom of the Sea no es un mal disco (¿pueden hacer The Magnetic Fields un mal disco?). Tiene incluso muy buenos momentos: The Only Boy in Town, Andrew in Drag, I’d Go Anywhere with Hugh. Pero también hay canciones que no se sostienen ni por el chiste: All She Cares About Is Mariachi, I’ve Run Away to Join the Fairies. En definitiva, despliegan de nuevo su catálogo más bizarro, la belleza y la fealdad comprimidas en poco más de 34 minutos y quince canciones que transmiten desorientación (y también libertad; Merritt hace lo que le viene en gusto, pero eso no significa que al oyente le tenga que gustar).
En el fútbol y en la vida se dice que quien tuvo, retuvo. Y eso también se nota en este disco. Así que no hay que desesperar, seguro que Merritt aún nos puede dar un Get Lost (1995) para el siglo XXI. Y, por cierto, anuncian gira en España para principios de mayo: no os lo perdáis, porque Magnetic Fields tienen canciones como para convertir un concierto pop en una experiencia salvífica.