Freak Power hace justicia a su nombre en el Black Music Festival

La jerga popular es curiosa. Desde hace algunos años que la palabra Freak la utilizamos de forma más o menos habitual. Pero si reflexionamos un poco… ¿Qué significa ser un freak? La traducción literal del inglés al castellano nos muestra varias definiciones; raro, insólito, anormal, monstruo. A todos nos viene a la cabeza el típico vecinito con camisa poco estilosa abrochada hasta el cuello, acné juvenil y gafas de pasta. Sí, en realidad eso puede ser un freak, pero el pasado sábado bajo el marco del Black Music Festival celebrado en la sala La Mirona de Salt, pude descubrir que esa afección se puede utilizar también para un grupo musical.

 Y sí, Freak Power son una banda peculiar, con una puesta en escena bastante pintoresca. Un cantante con un traje estilo “camuflaje militar” color azul industrial, un teclista con un look retro al mas puro estilo Indiana Jones –sombrero incluido- y unas coristas para las que incluso la palabra provocativa se quedaría corta. Una de ellas se paseaba por el escenario y flirteaba con todos y cada uno de los músicos de la banda,  dueña de una estética que recordaba más a la de azafata en una velada de boxeo que a cualquier otra cosa… La escena era tan esperpéntica, que si me hubiesen dicho que estaba en el rodaje de la nueva de película de Almodóvar  me lo hubiera creído.

 ¿Y detrás de este envoltorio tan extravagante qué hay? Pues Freak Power fue una de las bandas que en los años 90 consiguió dar cara y ojos a un estilo denominado Acid-jazz.  Un compendio de otros géneros como el funk, la música disco, el jazz o el hip hop. Bandas como Jamiroquai, Incognito o Us3 consiguieron dar forma a la banda sonora de una década en la que el neoclasicismo de los 80 ya quedaba lejos. Eran nuevos tiempos para nuevas tendencias, y en aquel escenario, Freak Power bajo el liderazgo del prolífico Norman Cook – The Housemartins, Fatboy Slim– y el actual vocalista Ashley Staler consiguió marcar tendencia dentro del estilo.

 En directo, y más de 15 años después de su plenitud artística, el grupo se mostró poco engrasado. Se apresuró en mostrar rápidamente su artillería pesada de hits que suenan a anuncio (Volkswagen, Levi’s), pero el espectáculo perdía mucha fuerza cuando los temas no eran tan conocidos. La puesta en escena era bastante caótica, y la sensación que personalmente me transmitió es que ellos no se creían mucho su propio discurso. Escenas como el vocalista entre canción y canción agachado rebuscando el set list para enterarse de que tema tocaba, unas coristas desubicadas, que se preocupaban más por su protagonismo personal que por el buen uso de su voz o un guitarrista que aunque defendió su parcela de forma exitosa cuando la guitarra sonaba más limpia, hizo tan mal uso del pedal Wah-Wah, que creo que Jimmy Hendrix se estuvo revolviendo en su tumba durante el concierto. Por suerte para la concurrencia, los hits caminaban bastante bien y aunque no aprobaban con nota, pasaron el corte con relativa solvencia.

 En definitiva, me dio la sensación de que en la vida todo tiene su momento, y por suerte o por desgracia, Freak Power también tuvo el suyo. Creo que es momento de dar paso a nuevas bandas como los teloneros Syncopera, que desde Tolouse nos muestran como es posible meter en una batidora la contundencia de Rage Against de Machine, el alma blues de Robert Johnson y el rapeo de Cypress Hill y no morir en el intento. Quizás Freak Power hace 15 años y con Norman Cook en la retaguardia sonaba con la misma frescura, pero me da la sensación  que, hoy por hoy, y como tantas otras bandas clásicas que vuelven a la escena misteriosamente, tienen que pagar facturas.

Texto: Alex Pérez

Fotos: Tatiana Moret

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