Hay bandas que como el buen vino merecen una atenta degustación. Saborearlas no es un ritual reservado para la élite, pero es necesario abrir los ojos, atender a lo que te manifiesta el olfato y ser sensible a lo que te brindan tus órganos de degustación. Bajo el liderazgo de Javier Colina, el CMS trio es comparable a un buen vino reserva. El contrabajo de Javier nos aporta la fuerza y la firmeza de una variedad de uva como el tempranillo. El saxo de Perico Sambeat dota al conjunto de una textura aterciopelada y sedosa. La batería de Marc Miralta proporciona el regusto a barrica de roble, que surte de aroma y dota de equilibrio al resto de componentes. Si además, añadimos al toque la guitarra del maestro Chicuelo, el cante de Alba Carmona y las percusiones de Isaac Vigueras, tenemos ante nosotros una combinación de cualidades que ya querrían para sí cualquiera de los más reputados caldos.
Un revoltijo de jazz, bulerías, fandangos, tangos o bluses con Groove es la receta que CMS trío –esta vez, con el añadido de sus invitados- utiliza asiduamente para posicionarse como uno de los referentes a nivel nacional, – y si digo nacional digo planetario- de un estilo comúnmente denominado como flamenco-jazz. Partiendo de composiciones esencialmente instrumentales, CMS trío se sirvió de la improvisación como arma principal para generar atmósferas densas y parajes que en ocasiones transportaron al público de L’Auditori a un clímax armónico. La lírica del saxo de Sambeat, unido a la solida y vigorosa base rítmica que Colina y Miralta ofrecen en cada uno de los proyectos -de escucha casi obligada el disco ‘En la Imaginación’, en el que Colina, Miralta, Sambeat y Albert Sanz imparten su magisterio musical junto a la delicada voz de Silvia Pérez Cruz– nos demuestran que los cimientos de este estilo de tanta complejidad técnica están firmemente asentados.
Con algo más de una decena de piezas compuestas mayoritariamente por Sambeat y Chicuelo, el recital transcurrió con algunos problemas de ecualización, que un “follonero” infiltrado entre el público se encargó de recordar a viva voz a los músicos. Lo hizo en un tono aleccionador que recordaba más al de Al Capone que el que correspondería al fundador de una de las escuelas de música de más renombre en Barcelona. Ver para creer. Y sí, la guitarra de Chicuelo más subidita de volumen sonaba grande, muy grande, y es que su depurada técnica, junto a su anchura de miras musical, dotó al sonido de un duende flamenco y un virtuosismo que comía del mismo plato que el resto de los músicos, evitando protagonismos innecesarios ni egos superfluos.
Y como ocurre con toda buena botella de vino, en algo más de hora y media, la degustación fue llegando a su fin. Con una sensación embriagadora pero distendida, el público de L’ Auditori ovacionó a estos grandes músicos, que dan un sentido mucho más cercano a un estilo como el jazz, que aunque es de sentimiento universal por sus orígenes multiétnicos y urbanos, en ocasiones queda lejos de nuestra cultura autóctona. Cultura y raíces de la que deberíamos sentirnos más orgullosos, ya que para nuestra suerte, Cataluña ha sido y será la cuna de muchos de los más grandes artistas de un género como el flamenco. Y es que no hace falta cruzar el Segre para saborear un buen vino con sabor a tempranillo.
Texto: Álex Pérez
Fotos: Tatiana Moret